El rey está desnudo

Es cada vez más frecuente encontrarse con miembros de la comunidad marcial, sobre todo aquellos que pertenecen al status quo, señalando a Bujinkan como un fraude o Mc Dojo. Se nos acusa de enseñar técnicas marciales que no sirven o que son irreales y en los casos más extremos hasta de ser una estafa para sacarle el dinero a la gente.
Es tan común encontrarse con videos de practicantes de nuestra escuela exhibiendo cosas que carecen de sentido, que se ha generado una mala predisposición
a ver cualquier tipo de contenido que provenga de nosotros. Esto ha provocado críticas y burlas incluso en videos en los que se están ejecutando las técnicas de forma correcta.

Por supuesto que algunas de estas acusaciones son producto de personas malintencionadas, que sacan las cosas de contexto o de Youtubers de poca importancia en búsqueda de generar audiencia. Pero para ser honesto, en muchos casos son criticas con fundamentos reales, realizadas por artistas marciales de respetables trayectorias.
Este bajo nivel en la calidad técnica de muchos practicantes, es el resultado de instructores que priorizan el dinero por sobre la práctica marcial. Instructores que desde hace ya muchos años, se han acostumbrado a enseñar fantasías, regalar grados y poner a personas no capacitadas a dar clase, con el único objetivo de producir nuevos alumnos que asistan a sus seminarios.

Es importante empezar a hablar de este tema y evidenciarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que una de la más importantes tareas de cualquier instructor, es ayudar a perpetuar la tradición en el tiempo para las próximas generaciones. Si la situación sigue de este modo, el prestigio de Bujinkan seguirá deteriorándose hasta que en algún momento ya no quedarán más personas interesadas en nuestro arte.
Esto ya ha sido señalado en múltiples oportunidades por diferentes miembros de la escuela, ante lo cual rápidamente aparecen los responsables de la situación en la que nos encontramos, tratando de desestimar o quitarle importancia a estas críticas con contra argumentos pobres del estilo: “dejemos que piensen lo que quieran” o “no hay que preocuparse por lo que otros digan, lo importante es que seamos felices”.
Cerrarse sobre uno mismo, tapándose los oídos como un niño que no quiere oír el reto de su madre, es una actitud claramente infantil. Si existe un problema y el mismo es evidenciando, la actitud que tomaría cualquier guerrero es la  de confrontarlo y resolverlo. Crear una burbuja de seguridad que ampare a los responsables, solo para que puedan seguir sacando un rédito económico gracias una mala enseñanza, no solo hará que las cosas no cambien, sino que las agravará hasta lleguen a un punto de no retorno.

“El rey desnudo” es un cuento de “Hans Christian Andersen”. Cuenta la historia de un rey que es engañado por dos sastres que le venden un traje que en realidad no existe. Llega el día en que el rey estrenará su nueva prenda y todo el pueblo espera ansioso poder verlo. El mismo rey se prepara para el evento y aún cuando no es capaz de ver ningún traje frente a sus ojos se miente a si mismo, hace de cuenta que se lo pone y sale a la calle a desfilar. Todos son conscientes de que el rey está desfilando por la calle sin ropa, pero temiendo ser señalados por los demás, nadie hace comentario alguno.
Repentinamente un niño en un gesto de total honestidad señala al rey y grita “el rey está desnudo”. Todo el pueblo se da cuenta de que la situación es insostenible y comienzan a reírse y burlarse del rey. Este último, en un gesto de orgullo y arrogancia sigue desfilando desnudo por el pueblo, sin importarle haber quedado exhibido ante todos como un estúpido.

 

Hay muchos reyes desnudos entre los instructores de Bujinkan y aunque la comunidad marcial los ha señalado en más de una oportunidad por falta de lógica en lo que enseñan, al igual que en el cuento, son tan arrogantes que no son capaces de aceptar ninguna de las críticas que reciben. Podrían aunque sea una vez levantar la mano, bajar la cabeza y decir: “me equivoqué, les pido disculpas a todos. Lamento haber hecho quedar mal a al escuela y me voy a esforzar por que no vuelva a suceder”. Muy por el contrario, en general redoblan la apuesta esgrimiendo excusas de las más variadas para justificarse.

A los reyes desnudos les encanta hablar de introspección, pero jamás serán capaces de hacer una auto crítica. Son en realidad personas egoístas a las que no les importa nuestra comunidad. Parecen no entender que lo que está en juego no es exclusivamente su reputación, sino la de la escuela a la que representan, la de sus maestros y la de todos sus miembros.
Es fácil reconocerlos porque les incomoda ser criticados y puestos en el centro de la escena de forma negativa. Ellos quieren seguir adelante con sus negocios sin que nadie se de cuenta. En cuanto son evidenciados comienzan a quejarse, acusando a quienes los señalan de entrometidos, de envidiosos o de personas con mucho tiempo libre que prefieren criticar a otros injustamente antes que ocuparse de si mismos. Por supuesto que estas reacciones solo los ponen en evidencia, quedando demostrada la veracidad de las acusaciones.
Los reyes desnudos enseñan técnicas que rompen con las reglas de la física, generando situaciones delirantes, bizarras y en muchos casos sumamente peligrosas. Si las pobres víctimas de estos profesores tienen alguna vez en su vida la desgracia de tener que recurrir a lo que aprendieron para defenderse, solo espero que tengan mucha suerte, porque la van a necesitar.
Por supuesto estos maestros no se harán responsables si algo malo les sucede a sus alumnos al intentar poner en práctica los disparates que les enseñaron.

En general estas personas mezclan sus enseñanzas con todo tipo de esoterismos, filosofías new age, terapias y disciplinas complementarias que nada tienen que ver con Bujinkan.
Muchos de ellos tienen muy mal estado físico, problemas de obesidad o hábitos no saludables o adictivos.
Lamentablemente también se encuentran dentro de este grupo, aquellos que incluso han tenido problemas de distintos tipos con la ley, dejando una mancha imborrable sobre nuestra escuela.
Suelen priorizan el dinero y el negocio por sobre el desarrollo humano a través de la marcialidad. Son excesivamente permisivos y regalan grados sin control. Nunca falta la oferta de cursos, seminarios, clases especiales, talleres, fiestas de cumpleaños y cuanto evento se les pueda ocurrir. Siempre hay una buena excusa para sacarle un poco más de dinero al alumno.

Pero también hay que reconocer que en algunos casos, estos reyes desnudos han terminado siendo víctimas de si mismos. 
Luego de crear sus mundos mágicos de fantasía, mediante la utilización del marketing y de algunas metodologías de cooptación, logran formar un séquito de personas que los siguen y aplauden sin la menor capacidad crítica. Esto hace que terminen creyendo que esos mundos ficticios que inventaron son reales.

Cuando uno comienza un arte marcial lo primero que hace es copiar el comportamiento de los demás, pero si lamentablemente uno ingresa a un dojo donde se enseñan disparates, terminará siendo una víctima y quedando atrapado en una situación de la que no se sale fácilmente.

 

EL STATUS QUO Y LA HISTORIA DE LAS ARTES MARCIALES

¿Quién es el status quo y por qué debería importarnos?

No hay duda de que hoy en día el status quo de las artes marciales son los “Deportes de combate”. Estas son disciplinas reconocidas y aceptadas por la mayoría de la sociedad a nivel global como aquellas que merecen ser practicadas. Al igual que nuestras artes en la antiguedad han sido capaces de probar su efectividad en el campo de batalla actual, demostrando su superioridad ante las demás disciplinas. Ejemplos de esto pueden ser el Gracie (o brazilian) Jiu jitsu o las MMA.
Lograron a ocupar el lugar de status quo gracias a una serie de sucesos que les permitieron ser capaces de revolucionar la lógica bajo la que se venían practicando las artes marciales a nivel mundial. Estos sucesos se dieron durante el siglo pasado, comenzando en la década del 20 y llegando al punto de coronación en las décadas de los 80 y 90. 

Para comprender mejor este ascenso y dominio, como así también el declive de las artes tradicionales, es necesario hacer un repaso muy breve y simplificado de la historia de las artes marciales japonesas, marcando 3 puntos de inflexión que cambiaron el motivo y la forma por la cual eran practicadas.
Las artes marciales Japonesas tienen sus orígenes en China y Korea y en un principio tenían el único objetivo defender la propia vida imponiéndose ante los enemigos mediante el uso de la fuerza. Esto se mantuvo así hasta el final del período conocido como “Sengoku jidai” que finaliza en 1615.
Durante todo este tiempo la posibilidad de tener que usar las artes marciales para sobrevivir era altísima, por lo que la efectividad lo era todo. En un campo de batalla no existen reglas de ningún tipo y la utilización de todo tipo de armas y armaduras era la norma. Las raíces de las escuelas que nosotros practicamos hoy en día fueron protagonistas de esta época.

Llamativamente este período histórico, con una fuerte presencia de shinobi y samurai, suele ser visto con admiración por el status quo de las artes marciales. Teniendo en cuenta esto ¿cómo puede ser que en la actualidad las raíces de nuestras artes sean vistas con buenos ojos pero nuestra práctica actual no? Algo tiene que haber pasado en el medio para que esto sea así.

 

 

Primer punto de inflexión:

Luego de muchos años de conflicto Tokugawa Ieyasu logra unificar Japón. Las guerras cesan y se imponen los tiempos de paz, dando de esta manera comienzo al “período Edo” que irá desde el 1615 hasta el 1868.

A partir de este momento las practicas marciales entran en una etapa más académica. Aparecen estudiosos de las mismas que teorizan sobre ellas y se desarrollan cientos de escuelas, estilos y técnicas que no necesariamente serán utilizadas en un campo de batalla real. Al mismo tiempo las prácticas esotéricas, espirituales y filosóficas se funden aún más con las diferentes tradiciones marciales, cargándolas de un sentido más profundo y complejo acorde a los tiempos de paz. Aquí aparecen las raíces de lo que muchos siglos más adelante sería conocido como Budo.

Esta época se caracterizó también por la aparición de grandes maestros e instructores de kenjutsu que eran contratados por los daimyo para entrenar a sus tropas. Es también la romántica época de los samurai errantes que viajaban por japón realizando su “musha shugyo”, intentando conquistar el título de “Kengo” (maestro sin igual).
A partir del 1700 florecen los enfrentamientos entre escuelas y se incorporan nuevos elementos de práctica que permiten a los guerreros ponerse a prueba de forma práctica. Ejemplos de esto son la invención del fukuro shinai (espada de caña de bambú) o el bogu (armadura protectora de práctica).
llegado el 1800 algunas artes ya comenzaban a alejarse del realismo, generando kata excesivamente floreados y visuales (kaho kempo), los cuales fueron duramente criticados por los artistas marciales del momento. Como contra movimiento aparecen varios guerreros y escuelas que impulsan la práctica de Gekiken o Shinai uchi komi geiko, incentivando los enfrentamientos libres entre practicantes utilizando protecciones (bogu).
Es interesante remarcar como ya ha pasado varias veces en la historia que las artes marciales se alejan del realismo para luego volver a el.
Pero al margen de estos casos aislados, en su gran mayoría el estudio marcial seguía teniendo como norma lo práctico. Lo que se entrenaba tenía que ser útil y efectivo en caso de que fuera necesario utilizarlo en algún momento. 

 

 

Segundo punto de inflexión:

El período Edo concluye con la llega de la “Restauracion Meiji”. El emperador, en conjunción con una nueva aristocracia, toma el control de la nación con el objetivo de comenzar a interactuar con el mundo occidental al que habían estado dándole la espalda durante tanto tiempo. Los samurai son definitivamente corridos del rol de autoridad.
Este proceso se caracterizó por ser una época turbulenta y de muchos enfrentamientos entre aquellos que querían mantener las tradiciones originales y aquellos que querían modernizarse y adoptar las costumbres extranjeras.
Todavía en este período la efectividad del arte marcial practicada era sumamente valorada. Se entrenaba duramente y existían en todo momento encuentros entre diferentes escuelas para poner a prueba las habilidades propias. 
20 años luego de que este proceso concluyera nacería Takamatsu sensei. Esto quiere decir que Toda sensei, su maestro, posiblemente haya participado (es solo una suposición) o como mínimo fuera testigo visual de estos acontecimientos. Teniendo en cuenta esto, sería tonto pensar que en esa época en nuestras escuelas no se entrenaba de forma acorde al momento histórico que les tocaba vivir. Es también sabido que el dojo de Toda sensei era frecuentemente visitado por otras tradiciones marciales para realizar enfrentamientos “amistosos” y poner a prueba la efectividad del arte practicada. 

Aquí se encuentra el segundo punto de inflexión en la historia de las artes japonesas y también el cambio más brusco. Ante la apertura al nuevo mundo y sus costumbres, muchas de las tradiciones orientales no encajaban correctamente en la lógica occidental. Es así como las artes marciales se empiezan a transformar dotándolas de características que las hagan parecerse más a los deportes occidentales.
El terminó jutsu es reemplazado por el de do y el concepto moderno de “budo”, entendiéndolo como un camino de desarrollo humano que utiliza la práctica marcial como herramienta para lograr tal fin, 
se termina imponiendo.
Las artes marciales dejan de estar pensadas para el campo de batalla. La práctica en muchos casos se vuelve aún más introspectiva y una ética humanitaria con valores que promueven la civilidad es introducida en los practicantes. La efectividad queda relegada a un segundo plano.

La marcialidad es ahora una herramienta que le permite al ser humano obtener habilidades y características propias de los guerreros, pero que ya no serán puestas a prueba en el campo de batalla, sino en la vida cotidiana.
A través de la práctica de budo uno puede 
desarrollar el carácter necesario para transformarse en un ser humano que pueda contribuir con la sociedad brindando lo mejor de si mismo.
Es así como el Kenjutsu se transforma en Kendo, el Ju jutsu se vuelve Judo y el Aiki jutsu se convierte en Aikido. El Gendai budo (artes marciales modernas) ha nacido.
El Karate, el Judo, el Aikido y el Kendo toman el centro de la escena y pasan a ser las artes 
más practicadas. Gracias a la apertura y el intercambio con otras naciones los occidentales también comienzan a practicar. Muchos estudiándolas con devoción y otros, ya desde el comienzo, agregando sus propios puntos de vista. 
 

Pero no todas las artes marciales antiguas toman este camino. Algunas de ellas mantienen sus tradiciones de forma casi inalterada, intentando preservar su objetivo inicial, el de la efectividad de sus técnicas para la supervivencia. A estas artes se las conoce como
Koryu Bujutsu (artes marciales clásicas o antíguas).
Desafortunadamente 
no todas ellas logran este cometido. En general estas artes son practicadas por muy pocas personas y sus enseñanzas valoradas como grandes tesoros de forma excesiva. En muchos casos son tan crípticas hacia el exterior que terminan sin herederos o practicantes que quieran seguir adelante con ellas, haciendo que muchas desaparezcan.
Con el correr del tiempo algunas se transforman en versiones más lavadas de si mismas. Pierden parte de su material técnico y comienzan a ritualizarse en exceso, alejándose de cualquier tipo de conexión con el objetivo inicial para el cual fueron creadas.
Muchos de sus miembros solo las practican porque tienen la responsabilidad o la obligación hereditaria de hacerlo. Esto hace que muchas tradiciones sean llevadas adelante por personas que en realidad no tienen un verdadero interés en la marcialidad o en estudiar en profundidad la verdadera efectividad de lo que están practicando

 

 

Tercer punto de inflexión:

Concluida la segunda guerra mundial las artes marciales modernas se popularizan en occidente y la cantidad de practicantes crece enormemente. Llegan al cine, se crean federaciones, torneos, reglas, códigos de conducta y comienzan a aparecer los “grandes maestros”.
Gracias a la fusión del arte marcial con la cultura occidental y por sobre todo a la cultura norteamericana que era la que se imponía a nivel mundial, se introduce la idea de ver a las artes marciales como un negocio del cual sacar una ganancia. De esta manera las distintas disciplinas comienzan a competir fervorosamente por los alumnos disponibles en el mercado. 
Las artes se especializan, algunas se concentran en los lances, otras en las patadas, otras en las luxaciones, en el desequilibrio, en la fuerza del golpe único, todas aseguran ser las mejores y las más efectivas. Pero lo cierto es que lo único que hacen es cerrarse sobre si mismas generando lógicas propias, donde las cosas que se enseñan funcionan dentro de sus propios mundos y solo en el caso de que sus reglas sean respetadas.
Es así como a principios del 1900 nacería un nuevo y legendario maestro, quien viendo esto con absoluta claridad sería el punto de ignición para un cambio radical en el mundo de las artes marciales. Gracias a sus acciones se establecería en occidente una nueva lógica para valorar la importancia de un arte, la cual sigue vigente hasta hoy en día. Estoy hablando del gran maestro Helio Gracie.

Helio había comenzado la practica de Judo junto a sus hermanos concentrándose sobre todo en el estudio de ne waza (combate de piso). Técnica que le permitía ser capaz de imponerse a oponentes de mayor tamaño y fuerza. Es así como luego de lograr una buena capacidad técnica comienza a competir en su país de origen (Brasíl) en innumerable cantidad de torneos y competencias obteniendo un gran reconocimiento. Llegada la década del 50 Helio lanza al mundo el “desafío Gracie” que consistía en combatir con oponentes de otras artes, en un formato sin reglas ni puntos en el cual la victoria estaba dada por sumisión o abandono.

El punto cúlmine en la carrera de Helio se dió en su enfrentamiento al gran maestro japonés Masahiko Kimura, al cual no pudo derrotar.

En los años siguientes la técnica de “ju jutsu ne waza” de la familia Gracie se seguiría desarrollando y perfeccionando hasta transformarse en lo que conocemos hoy en día como “Gracie o Brasilian Jiu jitsu”. 

Al final de la década del 80 la familia Gracie había establecido como tradición retar a cualquier practicante de artes marciales a un combate libre, sin reglas de ningún tipo, con el objetivo de demostrar que “todas” las artes marciales modernas habían perdido su efectividad. Lo que al mismo tiempo les permitiría probar que el Gracie jiu jitsu era el arte marcial más efectivo del mundo.
Es así como múltiples maestros de artes marciales sienten su ego muy afectado y responden al llamado, siendo todos ellos derrotados muy fácilmente. Las continuas victorias de la familia Gracie terminaron provocando una crisis en la lógica con la que las artes marciales eran practicadas, siendo el desenlace de esto la aparición de las primeras competiciones de artes marciales mixtas con su primer y famoso torneo de “Vale tudo”.

Como consecuencia del pésimo desempeño 
en estos eventos, las artes modernas (gendai budo) comienzan a perder estudiantes de forma exponencial, los cuales migran hacia otras prácticas más efectivas.
En líneas generales la respuesta de estas disciplinas al abandono de sus estudiantes ha sido concentrarse en el marketing, ignorando el verdadero problema, estrategia que no ha hecho otra cosa más que jugar en su propia contra. El karate, el judo, el aikido, el kung fu, etc son puestos en tela de juicio y dejan de ser la primer elección a la hora de practicar un arte marcial.
El Vale tudo evoluciona en lo que conocemos hoy como MMA, logrando de este modo establecerse como nuevo “status quo” de las artes marciales a nivel mundial y ostentando el poder de determinar que artes son efectivas y por lo tanto cuales vale la pena practicar.

El objetivo de la mayor parte de los practicantes hoy en día es la competición, ser el mejor, alcanzar la cima, obtener fama y dinero a costas de destruir la propia integridad física a una temprana edad. Lo cual va totalmente en contra de los valores propuestos por el “gendai budo” o artes marciales modernas que hoy son vistas como “tradicionales o antiguas”.
Pero este fracaso no puede adjudicarse solo a su accionar y a su falta de efectividad. Las actividades que una sociedad elige practicar y fomentar también van acordes a los valores y principios que reinan en la sociedad en el período histórico que le toca vivir.

Lo cierto es que la historia de las artes marciales, como casi todo en la vida es de carácter cíclico. Aquello que hoy está arriba y domina mañana estará abajo y será dominado. Desde hace ya bastante tiempo las MMA ocupan este lugar de superioridad, pero teniendo en cuenta la dirección en la que va el mundo, está llegando la hora de que el sentido para el cual las artes marciales se practican cambie nuevamente.
Lamentablemente este cambio viene con retraso. Pareciera que las artes marciales tradicionales, que nuevamente tienen que recuperar el centro de la escena, no están pudiendo ponerse a la altura de las circunstancias para dar la batalla necesaria.
En un mundo que ética y moralmente está cambiando de forma muy veloz y que al mismo tiempo, tiene una tendencia a ser cada vez más civilizado y humano, en algún momento ya no habrá lugar para el comportamiento cavernícola que proponen los “deportes de combate modernos”.

 

 

VOLVIENDO A NOSOTROS

La crítica que el status quo nos hace es que supuéstamente decimos estar enseñando un arte marcial que puede ser utilizada para defenderse en una situación de peligro real, cuando en realidad esto no sería cierto. Se nos acusa también de ser poco realistas, fantasiosos y por sobre todas las cosas de no realizar los ejercicios necesarios que permitan poner a prueba el arte en una situación de conflicto moderno. Como resultado de esto nuestros practicantes terminan generando una falsa sensación de seguridad en si mismos que los pone en peligro.

En gran parte esta crítica es válida y cierta. Y ha sido fomentada a lo largo del tiempo por montones de profesores que en su afán de lograr fama y dinero enseñan cosas poco realistas o regalan grados a personas no capacitadas.
Por más en contra que uno pueda estar con la ética y la conducta de las MMA, lo cierto es que para que una práctica pueda ser considerada “arte marcial” tiene que ser efectiva. En definitiva ese es el objetivo para el cual las mismas fueron creadas.

Si en lugar de afirmar que nuestro arte sirve para la defensa dijéramos que practicamos un arte antiguo que ha quedado en desuso, o un arte que no tiene fines marciales sino que es únicamente un camino de auto conocimiento, o que nuestro objetivo es únicamente el de perpetuar una tradición en el tiempo, no seríamos criticados. El problema está en que si uno asegura que lo que enseña es un arte de combate tiene que poder demostrar su efectividad. Por lo tanto, el status quo, solo validará a aquellas prácticas que puedan pasar una simple prueba, ser capaces de combatir de forma libre contra otro arte logrando que sus técnicas y habilidades le permitan imponerse al oponente, o como mínimo, salir airoso de la situación deteniendo las técnicas del adversario. En conclusión, toda disciplina que no realice sparring (randori), o que no ponga a prueba su arte contra un oponente que se resiste, queda automáticamente desestimada y es puesta en duda ya que su capacidad técnica no puede ser demostrada. 

Que el status quo afirme esto bajo ningún punto de vista quiere decir que el planteo sea 100% cierto. Desde mi punto de vista nuestro arte es perfectamente útil para la defensa personal.
Por falta de educación y conocimiento hay muchísimas cosas que se le escapan al status quo a la hora de evaluar a las artes marciales tradicionales como la nuestra, que al margen de la efectividad tienen otros objetivos que son muchas veces puestos a la misma altura que la habilidad técnica. 
La primera falla en su análisis es que está hecho desde una lógica occidental, que atiende solo a sus propios intereses y que no tiene en cuenta el aspecto cultural predominante en oriente. El budo apunta a generar practicantes técnicamente hábiles, eso es una realidad, pero también humildes, discretos, educados, honestos, pacientes, tolerantes, compasivos y humanos. Mientras que las artes occidentales además de la efectividad valoran la fama, el éxito, el reconocimiento, el dinero y los títulos obtenidos. Estas son características que van en direcciones diametralmente opuestas.

Para un artista marcial tradicional la efectividad puede quedar relegada a un segundo plano por un buen tiempo si no se ven reflejados en el practicante al mismo tiempo otro tipo de valores y cambios en su carácter. Mientras que para el practicante de artes marciales modernas lo “único” que importa es la efectividad. Este choque cultural es uno de los motivos por los que al status quo le es imposible entender que es lo que las artes tradicionales están haciendo. Como resultado terminan tildado de “inadecuadas” y ensuciando el nombre de diferentes artes, que en realidad no están haciendo nada malo, sino que tienen tiempos de aprendizaje, objetivos y valores diferentes.

El Budo es la evolución de las artes marciales, mientras que las MMA son la involución de las mismas.
He realizado anteriormente una pequeña reseña de la historia de las artes marciales donde explico como comenzaron con un fin 100% práctico, el de la supervivencia, para luego evolucionar transformandose en un camino de vida que apunta al desarrollo del carácter y la superación personal.
Si elegimos la senda del Budo (camino de las artes marciales), nos sumergimos en prácticas de características más profundas y sutiles. Gracias a ellas aprendemos a ser capaces de domesticar a la bestia salvaje que habita dentro nuestro y a transformarnos en seres humanos pacíficos y equilibrados.
En cambio para los practicantes de MMA el camino es el opuesto. Del Budo han retrocedido cacilleros volviéndose cada vez más salvajes, embrutecidos y prehistóricos. Para ellos todo tiene que tener un fin práctico. Si la gente no va con espadas por la calle entonces aprender a utilizar una espada es “una estupidez”. No son capaces de concebir que alguien quiera practicar un arte marcial no solo para aprender a combatir, sino como desafío personal o como camino de auto conocimiento y superación. Muy por el contrario para un gran número (la mayoría) de los brutos cavernícolas que practican las MMA, lo importante es ser un animal salvaje capaz de destruir a golpes a otro ser humano haciéndolo sangrar lo máximo posible, para luego pararse y golpearse el pecho rugiendo como gorila de lomo plateado, extendiendo los brazos ante un público enardecido que infla su ego diciéndole que es el mejor por esa noche. La realidad es que probablemente esa gloria dure un corto período de tiempo, ya que gracias a dichas conquistas muchas veces tendrán consecuencias nocivas para su salud y su calidad de vida en los años venideros. 

Para ellos eso es la cima del mundo. Para nosotros no.

 

 

 

Los artistas marciales tradicionales podríamos enseñarles muchas cosas a estos seres de las cavernas relacionadas a la humanidad y al desarrollo del ser humano. Si queremos pensar en un futuro evolucionado y pacífico pero fuerte y resiliente, las artes guerreras de antaño no deben desaparecer y esa es en gran parte nuestra responsabilidad.

Pero para ello tenemos que escuchar a quienes hoy ostentan el “Status Quo”, aunque no nos guste, y si pretendemos en algún momento volver a disputar el centro de la escena por el bien de la sociedad toda, como mínimo tenemos que hacer honor a nuestros antepasados y ser capaces de demostrar que nuestras disciplinas son efectivas y pueden ser utilizadas en la actualidad.

Lo más llamativo es que la solución a este problema es realmente simple y es algo que nosotros, los miembros de Bujinkan, tendríamos que ser capaces de poner en práctica fácilmente porque es una de las cosas que pregonamos a diario: La capacidad de adaptarnos a la época en la que nos toca vivir.
Si hay algo que caracterizaba a los guerreros de antaño era precisamente su rápida capacidad de adaptación. Cada vez que alguna mejora armamentística o estratégica era introducida, las mismas eran incorporadas rápidamente por las distintas escuelas o tradiciones. Por supuesto siempre existieron dudas, detractores y un período de resistencia al cambio, pero siempre la lógica se termina imponiendo. Bajo ningún punto de vista la postura era la de un conservadurismo rancio que fuera en contra de los hechos de la realidad. Un ejemplo simple de esto puede ser la introducción de las armas de fuego al campo militar. Cualquier guerrero que preciara su vida, sabiendo que iba a tener que enfrentarse con algo nuevo en el campo de batalla, quería entender que era lo que tenía frente a el para poder adaptarse y tener las herramientas necesarias para confrontarlo y sobrevivir. Es así como todos los clanes guerreros en su debido momento incorporaron el uso de las armas de fuego.

Artes como la nuestra acompañan el desarrollo de la sociedad y de los tiempos, adaptándose a la realidad que les toca vivir. 

Ahora dependerá de nosotros no caer en la trampa del status quo. Claramente participar de un enfrentamiento dentro de un octágono por fama o dinero va en contra de la filosofía de un practicante de artes marciales tradicionales. Pero al mismo tiempo, no podemos dejar que estas personas sigan ensuciando nuestro nombre y simplemente seguir ignorando la situación.
¿Entonces cómo adaptarse a las nuevas épocas y mantener vivo el arte?
Simplemente siendo capaces de incorporar a la práctica la única cosa que se nos solicita para ser respetados y tenidos en cuenta. La práctica de randori (sparring).
Es así de simple y complejo al mismo tiempo. Si somos capaces de demostrar que nuestras técnicas de combate pueden ser utilizadas de forma libre, esa simple acción logrará destrabar el cerrojo que nos tiene fuera de cualquier tipo de posibilidad de debate o interacción con el mundo actual de las artes marciales. Y para ser honesto, no es tanto lo que se nos pide y hasta me atrevo a decir que es más que lógico. Aceptar eso no implica aceptar “la ética” precaria y comercial de los deportes de combate.

Todo practicante de un arte marcial debería pasar por la experiencia de poner a prueba su habilidad de forma libre, porque esa es la única forma en la que alguien puede saber si está aprendiendo correctamente.

No hay que olvidar que la evolución personal (espiritual) en el budo viene de la utilización de las artes marciales como herramienta para tal fin. Y ese progreso solo sucederá si la práctica es realmente difícil, nos hace llegar a tocar nuestros propios límites y nos fuerza a subir nuestra propia vara de dificultad para estar constantemente superándonos.

Una práctica simple, sencilla, que todo el mundo puede practicar fácilmente, que no tiene desafíos, que no nos pone en una situación de incomodidad, puede que sea muy lucrativa para los maestros modernos, pero sin duda no logrará el crecimiento interno y por lo tanto no puede llamarse budo.

Tenemos la fortuna de vivir en una época en la que no necesitamos usar nuestras artes guerreras para sobrevivir a diario. Tenemos la suerte también de haber heredado este hermoso camino marcial, construido desde hace cientos de años por miles de guerreros que continuaron una cadena de transimisón para que estas artes llegaran hoy a nuestras manos. No seamos cobardes, pongámonos a la altura de la situación y atendamos lo que el momento histórico nos demanda, que en definitiva no es tanto. Hagamos honor a todos los que vinieron antes que nosotros, a su sacrificio y dedicación. Honremos a aquellos que lo dieron todo. Hoy nos toca a nosotros, no dejemos que las artes tradicionales desaparezcan solo para cuidar los negocios de unos pocos.

Sería realmente triste que no fuéramos capaces de dar la batalla que nos asigna le época, dejando que se siga deteriorando nuestra reputación hasta la extinción definitiva.

 

 

 

 

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